Venecia y la abstracción de Manuel Arcenegui
Manuel Sánchez Arcenegui dio sus primeros pasos en la Escuela Superior de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría. Este fue premiado, siendo todavía escolar, en la XVII Exposición de Otoño, organizada por la Real Academia de Bellas Artes (1968).
Años más tarde Arcenegui fue profesor contratado de la Cátedra de Colorido y Composición (1975); tres años después accede a la Cátedra de Concepto y Técnica del Color en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Carlos de Valencia (actualmente Facultad de Bellas Artes), y jalonado con todo ello numerosas distinciones y premios, testimonio de su buen hacer.
Siempre anda en lucha continua consigo mismo, debatiéndose sus conceptos estéticos y la morfología que los expresa en búsqueda de su camino; le interesan vivencias de una estética de la expresión, aureolada de una paleta de gran riqueza cromática, en la que subyace un original sentido de la belleza. A este le preocupa escudriñar en el terreno de los principios, tras de conceptos claros y distintos, emanantes de su mensaje; por ello es un buen docente, al servicio del encauzamiento de las jóvenes generaciones de artistas, al ofrecerles los elementos necesarios que potencien su personalidad. Hacer pensar, meditar, darse cuenta que la tarea del artista no es copiar formas por prestigiosas que sean, sino buscar la filosofía que late en toda obra de arte, procurando encontrarse a sí mismo tras la contemplación de todas ellas.
Por eso la obra de Sánchez Arcenegui es conceptual, manchas vibrantes de color, que en su armonía, delatan un pensamiento firmemente cimentado y galanamente expuesto. Y esas manchas de color tienen mucho que ver con su andalucismo, con su se villanía, tienen: poesía, musicalidad, guerra expresiva, belleza.