Fotografías de Diego Ballestrasse. En la exposición el artista responde al deseo de explorar la dimensión física del objeto fotográfico en un encuentro con su pasado familiar, además de hallar respuestas sociológicas que forman las fotos familiares.

"¿Cómo median estas fotografías en nuestras relaciones? ¿De qué manera intervienen en nuestros vínculos, en nuestra comprensión de los lazos familiares? La cuarta pared es un trabajo sobre los afectos y el sentido de pertenencia; así como sobre los mecanismos que caracterizan la subjetividad inherente a nuestra percepción de las imágenes, invitando al espectador a un viaje al centro de la fotografía”

Atendiendo a la mediación operada por la cámara, el proceso ha consistido en penetrar en el interior de la copia fotográfica, sumergirme en ella atendiendo a los puntos ciegos del encuadre. Es un desplazamiento de la atención de la mirada que va desde lo explícito a lo implícito, de lo que podría ser obvio a lo ambiguo, para descubrir espacios que no conducen a acciones o no son explícitamente relevantes para el entendimiento o desarrollo del argumento que propone la imagen.

Fotografiar colocando la cámara «dentro» de las imágenes responde a la necesidad de alterar la jerarquía establecida respecto de lo que se supone que otorga el sentido. Afinar la mirada para captar la información aparentemente secundaria que reproduce una fotografía, aquello que está en los márgenes del referente, que habita en los intersticios de lo visible y que suele escapar a nuestra atención, diluye la barrera que nos mantiene como espectadores externos y nos absorbe a sus interioridades.

Desde esta perspectiva, La cuarta pared sugiere un funcionamiento de las imágenes como espacio de encuentro y mediación en donde se expanden los márgenes de lo fotográfico a un evento colectivo con final abierto, y no tanto como un hecho cerrado y consumado. En consecuencia, la reflexión que plantea La cuarta pared rebasa el contexto familiar y apunta a otra forma de comprensión del acontecimiento fotográfico que va más allá del momento de la toma por parte del fotógrafo.

Paralelamente, el anacronismo que articula este proyecto supone una forma de visibilizar las múltiples temporalidades que toda imagen conlleva, así como el potencial para actualizar el pasado, para invocarlo y, a la vez, darle una forma nueva en el presente de quien lo observa. Desde este punto de vista, el dispositivo que pongo en marcha al reencuadrar ciertos detalles me permite aproximarme al pasado para fotografiarlo a través de las imágenes. Este proceso, en definitiva, resulta ser una forma de involucrarme, de sentirme parte de mi propia historia familiar redescubriendo el potencial del imaginario que posee el medio fotográfico.

La cuarta pared nos incita a expandir el modo en que nos relacionamos con el álbum familiar y, por extensión, con cualquier imagen con la que nos sintamos vinculados. Desde ese nuevo espacio en las profundidades de la fotografía, cada cual podrá recorrer los caminos que intuya y revisitar a la vez sus propias imágenes desde otra perspectiva, con otra cercanía, adoptando un rol más partícipe y activo.”