EL MUPAM SE ABRE AL MEDITERRÁNEO EN SU NUEVA EXPOSICIÓN SEMIPERMANENTE
El museo municipal hace suyas las visiones del mar de una quincena de artistas de los siglos XIX, XX y XXI’. La exposición ha sido presentada hoy por la concejala de Cultura, Noelia Losada, acompañada del comisario, J. Óscar Carrascosa. La muestra, que estará en la sala 3 del Mupam (4ª planta), se integra fundamentalmente por fondos de la colección del Museo del Patrimonio Municipal y establece una selección de la plástica malagueña en torno al mar desde finales del siglo XIX al siglo XXI.
‘Mar de Málagas’ está compuesta por 22 piezas y un audiovisual con 60 fotografías del fondo del Archivo Municipal de Málaga. De las 22 obras: 16 obras procedentes de la colección del patrimonio municipal y seis obras de tres prestadores. Hay obras de 15 artistas de periodos que abarcan desde el S.XIX al XXI: Emilio de la Cerda, Horacio Lengo Martínez, Carlos Haes, Emilio Ocón Rivas, Joaquin Sorolla, Ricardo Verdugo Landi, Guillermo Gómez Gil, Vicente Gómez Navas, Esteban Arriaga, Lorenzo Saval, José Luis Barrionuevo Bolín (Bola), Andrés Mérida, Daniel Muriel, Sebastián Ruiz Rivas y José Luis Puche.
La muestra se estructura en cinco secciones: ‘Mar a la vista’, ‘El ruido de la espuma’, ‘La tradición marinista’, ‘Memoria colectiva y recreación’, y ‘Mares habitados’. Junto a la representación plástica el discurso expositivo presta una atención primordial a la palabra poética como uno de los elementos esenciales de la ciudad.
1.’Mar a la vista' ofrece al visitante una selección del acervo fotográfico del Archivo Municipal, donde se conservan 15.000 fotografías desde finales del siglo XIX hasta hoy, preservando la mirada de escenas y acontecimientos que forman parte de la esencia de la ciudad. Las obras plásticas escogidas parten de la misma época, lo que permite la confrontación de la mirada del pintor con los objetivos de las primeras cámaras fotográficas, un hecho especialmente relevante en el XIX, cuando los fotógrafos desean ser pintores y éstos, a su vez, aprovechan los recursos que les brinda la fotografía, como hizo el propio Mariano Fortuny.
2. Partiendo de Tierras solares de Rubén Darío, ‘El ruido de la espuma’ presenta la mirada de Málaga producto de esa combinación de tierra de María Santísima y su pasado árabe, como escribió el poeta, a través de los dos conocidos dibujos de Emilio de la Cerda: Málaga musulmana y Málaga en el siglo XVI. Horacio Lengo culmina Una moraga en sus momentos de mayor prestigio. Se trata de una de sus obras más conocidas y pertenece a su vertiente más costumbrista: con el paisaje malagueño de fondo, resaltando el mar, el faro y los iconos de la Málaga industrial, el centro de la composición lo ocupa un grupo de niños realizando una tradicional moraga malagueña
3. ‘La tradición marinista’ .La tildada como tradición marinista o escuela marinista malagueña del siglo XIX florece bajo el magisterio de Carlos de Haes sobre Emilio Ocón y el de Emilio Ocón sobre Guillermo Gómez Gil y Verdugo Landi, todos ellos presentes en esta exposición. Restos de un naufragio es una obra de plena madurez de Carlos de Haes, quien creó desde su Cátedra de Paisaje de la Academia de San Fernando en Madrid una escuela paisajista en la que estudiaron la mayoría de los artistas de este género coetáneos a él. El artista fue uno de los primeros plenairistas españoles.Emilio Ocón, junto a Carlos de Haes, en Madrid pinta también a plein air. De Madrid viajará a los Países Bajos para estudiar con Jean Paul Clays y Louis Hendrich, hasta su vuelta a Málaga en 1870. En su estudio de Pedregalejo pinta Crepúsculo en el Puerto de Málaga (1878), una de las obras más referenciadas del pintor que fue copiada tanto por José Ruiz Blasco como por su hijo Pablo Picasso, cuando éste tenía 8 años.
Guillermo Gómez Gil destaca por su papel en el marinismo malagueño. Se ofrecen las obras Paseo en Barca y Marina, que podemos contrastar con Marina y Pidiendo auxilio de Verdugo Landi, el otro gran discípulo de Ocón. Ricardo Verdugo Landi, tentado en su juventud por el fortunismo al igual que Gómez Gil, fue uno de los primeros alumnos de Ocón en su Cátedra de Paisaje. El mar que le interesa se aleja de la calma de las obras de Gómez Gil y el maestro común Ocón, debido a que su concepción del paisaje se acerca a algunos de los presupuestos noventayochistas. Junto a los maestros malagueños se muestra una obra de Sorolla creada posteriormente a su estancia en la ciudad, tras la que la luz del mar de Málaga pasó a formar parte de su producción pictórica.
4. ‘Memoria colectiva y recreación’. El fondo patrimonial del MUPAM cuenta también con una representación de los episodios del Incendio de la Aduana (Vicente Gómez Navas), del que ahora se cumplen 100 años, y el Naufragio de la Gneisenau (Esteban Arriaga), esta última en diálogo con las fotografías del suceso.
5. ‘Mares habitados’ El presente y futuro de la ciudad está en las orillas de sus mares habitados, representados por obras de Lorenzo Saval, Bola Barrionuevo, Daniel Muriel, José Luis Puche, Sebastián Ruiz Rivas y Andrés Mérida, quienes los plasman desde diversos puntos de vista y propician diferentes interpretaciones desde la mar de una Málaga proteica.
ACTIVIDADES COMPLEMENTARIAS
1. Equipo educativo del MUPAM ofrecerá visitas a partir del 27 de octubre hasta su clausura:
Visitas guiadas regulares: Visitas para grupos de martes a domingo previa inscripción en actividades.mupam@evento.es o el teléfono 659617832.https://archivomunicipal.malaga.eu/).
Partiendo de Tierras solares de Rubén Darío, El ruido de la espuma presenta en primer lugar la mirada de Málaga producto de esa combinación de tierra de María Santísima y su pasado árabe, como escribió el poeta, a través de los dos conocidos dibujos de Emilio de la Cerda,, el escritor, poeta, editor, dibujante y delineante que vino destinado a Málaga como delineante de obras Públicas para la junta de obras del Puerto y en el Ayuntamiento.
Se trata de las obras Málaga musulmana y Málaga en el siglo XVI. En ambas el mar posee un gran protagonismo, aunque tal vez resulta más interesante la visión que ofrece la segunda. Desde la altura, el mar anticipa la visión de Málaga, una mirada que, en la época de Emilio de la Cerda, es ya típica de los viajeros extranjeros que visitaron la ciudad: la peligrosidad de las rutas terrestres y el escaso interés por las poblaciones del camino propiciaron, que en muchas ocasiones, los viajeros llegasen a Málaga en embarcaciones.
Horacio Lengo y Martínez de Baños fue nombrado secretario de la sección de Bellas Artes del Liceo de Málaga. Dos años después, ya en París, fue discípulo de Léon Bonnat, quien, formado primero en la Academia de San Fernando bajo la tutela de José y Federico de Madrazo, se convirtió en un afamado pintor de la escuela del realismo pictórico.
Conocido en su tiempo como “el pintor de los pájaros y las flores”, Horacio Lengo culmina “La moraga” en sus momentos de máximo prestigio. De hecho, en el duro artículo que le dedicará Antonio Olmedo en la revista La ilustración católica, en 1892, leemos que “(…) hubo un momento, de 1881 a 1884, en que sus cuadros más artificiosos e incipientes eran comprados a precio de oro, y en que no le permitía un punto de reposo el excesivo número de los encargos”. Una de las comitencias que recibe el artista es precisamente “La moraga”, adquirida por el ayuntamiento en mayo de 1880 a un Horacio Lengo muy reconocido en ese momento. La adquisición, promovida por el alcalde José Alarcón Luján, tenía como fin crear un acervo para la constitución del museo provincial. Junto a otras obras de Lengo, fue mostrada en una exposición organizada por el consistorio ese mismo año. La obra “Una moraga” fue muy comentada en la prensa nacional. Se reprodujo en La Ilustración española y americana en 1879 con una elogiosa crítica. Por otro lado, J. Navarrete, en un artículo recogido en la poliantea de textos del escritor “Sonrisas y lágrimas” (F. Bueno y Cia editores) caracterizó el lienzo como cuadro de género de carácter festivo que, en su opinión, mostraba la gran maestría de Lengo pero cuyo fin, proseguía, no era más que “mostrar la exuberancia de encantos que hay en su paleta”, sin mayor relato simbólico o trascendencia, destacando “la chiquilla que duerme junto al capacho de sardinas; el granuja que las ensarta en una caña; la criatura que está en cueros cerca de la candela”.
El lienzo se encuadra en su vertiente más costumbrista. Con el paisaje malagueño de fondo, resaltando el mar, el faro y los iconos de la Málaga industrial, presenta en la composición central a un grupo de niños realizando una moraga. Los elementos compositivos constituyen, más que un tópico, una señal identitaria, como podemos comprobar de nuevo en Tierras solares, tanto las referencias industriales ( “El progreso aquí en Málaga, por ejemplo, ha traído los altos hornos y se ha llevado los encantos de antaño”) como las escenas de pesca de arrastre:
“Por la mañana he ido a ver «sacar el copo» a los pescadores, a un lado del esbelto y blanco faro. (…) Allá en la playa hay ropas más vistosas que de costumbre, mantones blancos y azules, pañuelos y corbatas policromas, entre las gentes que van a presenciar la sacada de la red. Tirada por unos cuantos hombres y muchachos, sostenida en las aguas por odres infladas, va saliendo poco a poco ante la inmensidad del Mediterráneo azul y del cielo azul. Cuando llega a la arena y la recogen rápidamente los pescadores -después de larga fatiga,- se ve la carga de boquerones semejantes a vivas rebanaduras de plomo, los opalinos y flácidos calamares, la pescadilla como una lanza, la sardina plateada y profusa”.
La tradición marinista
La tildada como escuela marinista malagueña del siglo XIX florece bajo el magisterio de Carlos de Haes, pintor de origen belga instalado en Málaga con 9 años de edad, en 1835. La obra Restos de un naufragio es de 1884, una creación de plena madurez del artista, ya consagrado en ese momento. En 1876, casi una década antes, presentó La Canal de Mancorbo en los Picos de Europaa a la Exposición Nacional y, aunque no resultó vencedor, el estado adquirió la obra (hoy en El Prado), tenida en cuenta desde entonces como la obra de referencia del paisajismo realista español. Carlos de Haes crea una escuela paisajista por la que pasan la mayoría de los artistas de este género coetáneos a él, ayudada esta autoridad por el magisterio que ejerció en la cátedra de paisaje de la Academia de San Fernando en Madrid. El artista fue uno de los primeros plenairistas españoles, y de hecho ejerce escuela durante su etapa de profesor en Madrid frente al anterior catedrático de paisaje, Pérez Villaamil. A pesar de ello, la crítica, desde su momento, siempre ha destacado que el estudio era en él aún más importante para el acabado de sus lienzos y que pocos fueron las obras que finalizó al natural.
Restos de un naugrafio es un ejemplo de la producción de Haes sobre este motivo, plagado de elementos propios del romanticismo. Frente a Un barco naufragado, realizado el año anterior (hoy en el Museo del Prado), el pintor aquí presenta un mar proceloso bajo una luz que sugiere el fin de la tormenta. En él, la ola rompiente bajo la que sitúa el pecio es un recurso muy característico de sus obras dedicadas a esta temática.
En alguna ocasión se ha escrito que Emilio Ocón es el fundador de la escuela marinista malagueña. Más bien hemos de entender que Ocón, al especializarse en esta temática, puede presentarse como su máximo exponente. Pero, desde luego, la tradición marinista de Málaga ha de interpretarse como el magisterio de Carlos de Haes sobre Emilio Ocón y el de Emilio Ocón sobre Verdugo Landi y Guillermo Gómez Gil.
La afición al mar de Emilio Ocón le llevó a estudiar náutica desde 1860 a 1863. Fue precisamente su talento para el dibujo de navíos el que impulsó a que la Diputación de Málaga crease una beca para él entre 1868 y 1870, permitiéndole así que viajara a Madrid a estudiar con Carlos de Haes. La decisión de pintar el mar en vez de navegar en él le salvó la vida, puesto que al terminar sus estudios de náutica se disponía a navegar en un viaje de prácticas necesario para la obtención del título, descartándolo por estudiar con Haes. El navío al que finalmente no embarcó naufragó en El Caribe, perdiendo la vida todos sus compañeros.
Junto a Carlos de Haes, en Madrid pinta a plein air. De Madrid viajará a los Países Bajos para estudiar con Jean Paul Clayss y Louis Hendrich, hasta su vuelta a Málaga en 1870. Al regresar a Málaga se instala en el estudio junto a Denis Belgrano y Martínez de la Vega. Será en su siguiente estudio, en Pedregalejo, donde pinta Crepúsculo en el Puerto de Málaga (1878). Se trata de una de las obras más referenciadas de Emilio Ocón y fue copiada tanto por José Ruiz Blasco como por su hijo Pablo Picasso, cuando éste tenía 8 años.
El predicamento de Emilio Ocón, junto a su labor docente, explica las influencias en otros pintores malagueños. Ya en 1875 ingresó como profesor de Dibujo aplicado a las artes en la Escuela de Bellas Artes de Málaga para, en 1882, obtener la Cátedra de Marina y Paisaje en la misma escuela, donde también impartió clases de Perspectiva. Entre sus seguidores, constituyendo la llamada escuela de marinistas de Málaga, están, entre otros, Verdugo Landi o Gómez Gil.
Guillermo Gómez Gil, aunque a lo largo de su trayectoria artística son muchas las obras con las que pretende seguir a Fortuny, destaca por su papel en el marinismo malagueño, que le permitió lograr varias medallas nacionales. Con una influencia evidente de Emilio Ocón, también se observa la huella de Muñoz Degrain y Ferrándiz. Destacamos las obras Paseo en Barca y Marina, que podemos contrastar con Marina y Pidiendo auxilio de Verdugo Landi, el otro gran discípulo de Ocón. Ricardo Verdugo Landi, tentado en su juventud por el fortunismo, fue uno de los primeros alumnos de Emilio Ocón en su Cátedra de Paisaje. El mar que interesa a Verdugo Landi se aleja de la calma de las obras de Gómez Gil y el maestro común Ocón, puesto que su concepción del paisaje se acerca a algunos de los presupuestos noventayochistas.
Junto a los maestros malagueños se muestra una obra de Sorolla creada posteriormente a su estancia en la ciudad, tras la que la luz del mar de Málaga pasó a formar parte de su producción pictórica.
El fondo patrimonial del MUPAM cuenta también con una representación de los episodios del Incendio de la Aduana (Vicente Gómez Navas), del que ahora se cumplen 100 años, y el Naufragio de la Gneisenau (Esteban Arriaga), esta último en diálogo con las fotografías del suceso, recogidos en Memoria colectiva y recreación.
El presente y futuro de la ciudad está en las orillas de sus Mares habitados, representados por obras de Lorenzo Saval, Bola Barrionuevo, Daniel Muriel, José Luis Puche, Sebastián Ruiz Rivas y Andrés Mérida, quienes los plasman desde diversos puntos de vista y propician diferentes interpretaciones desde la mar de una Málaga proteica”.