Pepa Flores vino al mundo en el barrio de La Victoria, trasera del Teatro Cervantes, calles de artistas. Marisol se dio al mundo entero desde Madrid, donde la niña que deslumbró cantando verdiales en unos Coros y Danzas se forjó como el icono pop y alegre de canciones y películas de la España de los 60 y 70, la de los 600 y el turismo. Premiada en Venecia, reclamada en Japón, entrevistada en EEUU: "Me echaban unas broncas enormes cuando decía que Málaga me gustaba más que Nueva York...". La niña creció delante de un país que la siguió venerando convertida en mujer de estética rebelde. Siguieron llegando películas y discos, programas de televisión como aquel Señoras y señores en el que cantó los tangos del Piyayo: "Viva Málaga la bella, tierra de tanta alegría, que si a prueba me pusiera, por ella daría la vía". Cada vez más callada, siguió con su carrera de actriz hasta que la dio por concluida en 1985 con Caso cerrado, donde coincidió con un Antonio Banderas que despegaba. Marisol, en una entrevista en Informe Semanal de 1973, avisó de lo que sería Pepa Flores: "Mi vida es mía". Así ha sido. Pero España, Málaga, no la olvida, incluso tan callada. Tal fue el fenómeno Marisol.