EL GIRALDILLO

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Exposiciones | Galerías de Arte

calendario
Fecha y Hora
Del 27/10 al 26/11/2022
De lunes a viernes de 11:00 a 14:00h. y de 18:00 a 21:00h. Sábados de 11:00 a 14:00h.


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Lugar
GALERÍA HAURIE
SEVILLA Guzmán el Bueno, 9
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Contacto
954.225.726

Exposición de Jaime Gil Arévalo que ofrece el resultado de tres años de trabajo. Un conjunto de piezas escultóricas cuya base argumental bebe de la composición miguelangelesca del Juicio Final.

Es en el poema épico Miniada, atribuido al poeta Pródico de Focea, V aC, donde al parecer se cita por primera vez a Caronte, el mitológico barquero cuya misión era trasladar las almas desde el río Aqueronte hasta la laguna Estigia, donde se dirimían sus destinos, premios o castigos. La idea que subyace en este relato no es otra que el devenir final del Ser Humano, noción trascendental que tanto en la Filosofía como en el Arte ha sido objeto de atención. A través de los tiempos la iconografía de Caronte, el Barquero de Almas, ha tenido una rica genealogía artística que aparece desde los vasos griegos hasta un número considerable de pinturas y estampas, género este último donde el brillante grabador Gustave Doré realizó una encomiable versión para la Divina Comedia de Dante.

De todos los artistas clásicos nadie como Miguel Ángel, en su Juicio Final, ha sabido expresar de forma tan patética y grandiosa a esos condenados y a su infernal timonel, en dolorosa e irreversible tragedia de réprobos.

A lo largo de su larga trayectoria, Jaime Gil Arévalo es un artista que ha hecho de la escultura su principal medio de creación. Práctica poco frecuente por estos lares y divergente en su concepto con respecto a la noble y tradicional imaginería. La escultura actual está fuera de la norma, de su definición canónica como "objeto tridimensional en el espacio", como corresponde a esta época, donde los límites entre disciplinas han quedado obsoletos en su ruptura radical a favor de una voluntaria promiscuidad en el uso de los más diversos y aleatorios medios y materiales.

Teniendo en cuenta lo expuesto, el trabajo de Gil Arévalo se ajusta poco a esta nueva situación de la escultura, de acuerdo con los planteamientos que en su día Rosalin Kraus expresó en su ya clásico ensayo La escultura en el campo expandido. En este sentido cabría "calificar" a Gil Arévalo como un artífice de una modernidad contemporánea, valga el oxímoron; pero complementado con un lenguaje personal donde la herencia de las vanguardias históricas coexiste con una permanente investigación al servicio de un espíritu clásico.

La exposición que con el nombre de Miniada se nos ofrece es el resultado de tres años coincidentes con la infortunada pandemia; circunstancia que propició la concentración en el taller y la producción de un conjunto de piezas cuya base argumental bebe de la grandiosa composición miguelangelesca del Juicio Final. Elección en perfecta coherencia con su itinerario como escultor y con el espíritu clasicista que anima buena parte de su trabajo. En este aspecto es interesante destacar que su propio taller va precedido de un sugestivo jardín poblado de esculturas, suerte de jardín arqueológico a la manera renacentista, en el que coexiste obra propia de diferentes periodos con notables reproducciones de Adriano, los Jinetes del friso del Partenón o el no menos conocido Fauno Bailando de la villa pompeyana, entre otras. Una presencia que no es muda para la sensibilidad de Gil Arévalo. Una de las características que más sorprende en los frescos del Juicio Final es la cantidad de personajes representados en las más variadas actitudes y fisonomías, así como el carácter casi tridimensional de esas desnudas anatomías de proporciones más que humanas. Un arrebatador escenario que no pasa inadvertido a ningún escultor, dada la soberbia antología corporal en escena; lección permanente e insuperable para el estudio del cuerpo humano. Si bien el repertorio expuesto por Gil Arévalo conforma un Capilla Sixtina, “El juicio final”. Detalle de la Barca de Caronte. Miguel Ángel.

conjunto plural, es su Barca de Caronte la que permite establecer ciertos rasgos estilísticos. Uno de ellos es su interés por la anatomía y dentro de ella el torso, constituyendo para él un auténtico laboratorio morfológico en el que el artista fija su mirada, como es constatable observando su obra. Sin duda el Laocoonte, el Torso de Belvedere y en la presente muestra de modo especial Miguel Ángel han servido de paradigma a su acto creativo. Torsos, exentos o atrapados en extrañas enredaderas vegetales, en dinámica y convulsa expansión espacial. Se observan, en los extremos de los filamentos escultóricos, masas irregulares de rugosa textura de cuyas superficies, a veces, emerge un cuerpo de cita miguelangelesca en su extracción del bloque marmóreo. Otras veces los cuerpos parecen querer huir de la madeja metálica. Cuerpos, esferas de bronce o de vidrio transparente, suscitan sugerencias a la vez que acentúan gratos contrastes matéricos y formales. Aquella rotundidad esférica cobra mayor énfasis cuando está conformada por asimétricos aros metálicos a la manera de enigmáticas esferas armilares cuyo centro celeste ha sido sustituido por la imagen inestable del Hombre, en vindicación metafórica de incertidumbre existencial. La mayoría de las obras parten de cuidados bocetos como seminal concepto a desarrollar. Dibujos, tintas, café, sirven como anotaciones sutiles de gran belleza en conjugación idónea de soporte, trazo y mancha. Composiciones que evidencian la cualificación de Gil Arévalo como dibujante, a la vez que dan fe de su destreza. Obra sobresaliente que sintetiza de algún modo y determina el magisterio del autor es la emblemática Barca de Caronte, presente en la muestra, y directamente inspirada en la homónima interpretación de la capilla vaticana. De apreciable dominio técnico, esta pieza requiere de una hermenéutica refinada. Simplifica el número de personajes del interior y exterior de la nave en diferentes poses y actitudes, en precipitada secuencia de cuerpos concatenados, logrando un eficaz efecto de movimiento y dinamismo. Pese a la pequeña escala, sorprende la expresiva rotundidad, característica que nos remite a la excelencia escultórica y al buen hacer de Gil Arévalo. En esta exposición el artista ha sabido expresar sus brillantes referencias con destacada creatividad, huyendo del mimetismo convencional, en una apelación de complicidad al espectador, y en un fructífero diálogo entre el artista y el Arte

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