Juan Carlos Lázaro
Su obra trae consigo el cuestionamiento, la inquietud, la reflexión, no sólo sobre las cosas reflejadas, sino más bien sobre los objetos que ni están ni se les espera, aún sabiendo que existen en el alma del artista que busca compartirlos.
Enfrentarse a la pintura de Juan Carlos Lázaro es abrir la puerta a lo que podríamos llamar: interiorización de la belleza.
Una búsqueda que marca sustancialmente la diferencia con otros creadores. A partir del momento en que el artista renuncia a los puntos de apoyo sólidos de la forma, tiene que abrirse a elementos cada vez más dúctiles. Entonces las formas empujan a que la materia se haga sombra y nubes. Es el momento en que los cuadros de Juan Carlos adquieren su personalidad única, transformándose en destellos luminosos en búsqueda de un elemento visible e inmaterial: la luz. Y en ese camino de paso, de la forma a la luz, se dará de bruces con el color, con el que juega a difuminar, a esconder, a escamotear, aquello que ha decidido que sólo podremos aprehenderlo llegando a la más profunda identidad. Ver los cuadros de Juan Carlos Lázaro requiere lentitud, tiempo y reflexión para admirar tonos, colores. Algo que busca llamar la atención del espectador, atrapando su espíritu con la fuerza de lo que solamente pertenece a la imaginación de quien admira el cuadro. El color une su suerte a la luz, transformando la imagen en un lenguaje que nos ofrece la intimidad más íntima del artista.
Hay un libro precioso de iniciación infantil al arte de la pintura, escrito por Caroline Desnoëttes y titulado “Mirar la pintura a través de los siglos”. Comprende desde finales del siglo XIV con Jean de Limbourg hasta el siglo XX, con Marc Chagall. Es un acercarse maravilloso a las obras con referencia a la paleta usada, procurando que el niño capte la historia construida y se abra a entrar en la vida del artista. Es lo que exige de manera muy especial cada trabajo de esta exposición: detenerse, captar formas, colores y sobre todo la luz y “escuchar” al pintor que nos lo transmite. Los trabajos están realizados entre 2020 y 2022 y son en su mayoría óleos sobre lienzo de pequeño o mediano formato junto con algunos dibujos realizados sobre papel con lápices de colores. El resultado final es color, convertido en aliado de la luz para imponer una atmósfera única.
No me resisto a hacer una última consideración. Recuerdo lo qué supuso para muchos de nosotros en los años sesenta del siglo pasado, el descubrimiento de Teilhard de Chardin y su punto Omega. Puestos a considerar, no me resisto a llamar también la atención sobre el disco Omega de Enrique Morente y los Lagartija Nick, que resultó un impulso rompedor para el Flamenco. Lo destaco porque estoy convencido de que muchos de esos aires revolotean en esta exposición que creemos mágnifica.