De Pedro Zamora.
Es difícil encuadrar la obra de Zamora en una disciplina concreta. Podríamos considerarla collage, aunque también escultura.
La serie que se presenta en ARQUEMÍ es una buena selección de sus últimos trabajos, de variados formatos y soportes. Hay obras cargadas de significado y otras que son simples ejercicios compositivos.
La aparente sencillez requiere una mirada cuidadosa y atenta a la belleza intrínseca de los objetos que se reciclan y a la armonía que el artista les procura integrándolos, acercándolos, separándolos o superponiéndolos. Esta exposición es un homenaje a la arruga, al pliegue, a la mancha, al tono desvaído y al silencio.
Pedro Zamora es capaz de leer en los libros y cuadernos viejos claves que trascienden los propios textos. A veces su lectura se concentra en encontrar huellas que el tiempo ha ido marcando en sus páginas, como manchas o líneas producidas por la sombra o la suciedad, o restos de viejos colores desvaídos por la luz. En otras ocasiones se concentra en las marcas que dejaron antiguos propietarios o lectores ocasionales, como dedicatorias o anónimas inscripciones y dibujos. Otras veces le interesa la propia geometría del libro en sí o la de los grafos que contiene.
En general, sus ojos leen aquellas viejas encuadernaciones atentos a la capacidad que tienen de ser transformadas en objetos artísticos. Así, va arrancando páginas y portadas, combinándolas entre sí y con marcos reciclados que enfatizan el efecto plástico de los papeles y cartones escogidos. Su obra es minimalista y en ocasiones alcanza el misticismo. Es una especie de manifiesto a favor del reciclaje y de la sencillez a través de la belleza y de la delicadeza.
Habitualmente, el arte representa a San Bartolomé como un hombre que lleva un cuchillo o una piel humana a cuestas. Ambos casos aluden al momento de su martirio, pues fue desollado. Salvo por estos atributos, la figura humana suele ser un hombre convencional vestido con pocas variantes.