Buenos Aires, 1945. Al finalizar la función del estreno mundial de La Casa de
Bernarda Alba, Margarita Xirgu vuelve emocionada a su camarín en el Teatro
Avenida.
Allí comprueba que el teatro es un ritual de invocación: atraído por la gran
interpretación de su actriz predilecta, Federico García Lorca aparece para festejar
el éxito y celebrar su amistad, impulsándola a tomar a una importante decisión.