En pleno centro de Sevilla, a pocos minutos de la Catedral, la Plaza de Toros o los Reales Alcázares y muy cerca de la Torre del Oro. El Hospital de la Caridad y La iglesia de San Jorge es un lugar con un patrimonio artístico inconmensurable, destacando las obras de Murillo, Pedro Roldán y Valdés Leal.
En sus orígenes (aprox. 1456) la Hermandad se ocupaba de darle cristiana sepultura a los restos mortales de los condenados y a los de aquellos que morían ahogados en el río; con la llegada del Venerable Miguel Mañara (1662) se transforma en una institución que ayuda y cuida a los más necesitados, alimentándolos y dándoles un techo, dotado de un hospital para enfermos terminales.
Capilla
Los tesoros de la capilla de la Santa Caridad. Un viaje entre cuadros de Murillo, Valdés Leal y Roldán, a la búsqueda del significado real de la caridad. Con la ayuda fundamental de la historiadora de arte Doña Marisa Caballero Infante, responsable de la gestión turística y cultural de la Santa Caridad, nos adentramos en la capilla de la Hermandad. Una capilla rica en tesoros, con una historia que muchos no conocen pero que merece ser apreciada y valorada de lleno. Miguel Mañara quiso, de hecho, decorar la capilla dejando un mensaje muy claro a los fieles. Y para hacerlo encargó cuadros de inestimable valor a grandes autores de la época; Murillo, Valdés Leal y Roldán. La lectura iconográfica de la capilla se divide en 3 partes esenciales: la primera zona del bajo coro con los llamados "Jeroglíficos de la Muerte" que transmiten el mensaje de la fugacidad de la vida. La segunda con las obras de misericordia. La tercera nos habla de la importancia de la humildad.
In Ictu Oculi - Juan de Valdés Leal
Este cuadro muestra un esqueleto, que representa la muerte. Dicho esqueleto, con una mano, apaga la llama de la vida. A sus pies están representados los símbolos del poder, de la gloria y de la riqueza del Siglo XVII. A los pies del esqueleto están tirados con desprecio estos objetos, como para significar que la muerte desprecia los bienes terrenales y que una vez pasados de este mundo al más allá estaremos sin nada en el juicio final. Además, seremos juzgados solo en base a nuestros pecados capitales y por las obras de caridad llevadas a cabo durante nuestra vida terrenal. Para reforzar aún más el mensaje del cuadro, el esqueleto pisa un mapamundi, como símbolo del poder de la muerte sobre todas las cosas.
Finis Gloriae Mundi - Juan de Valdés Leal
El segundo cuadro que nos encontramos en el interior de la capilla es de Juan de Valdés Leal y tiene como tema la muerte. El título, en latín, es “Finis Gloriae Mundi” El cuadro nos muestra el interior de una cripta: la iglesia está representada por la imagen del cadáver de un obispo, el pueblo por una calavera y la nobleza por los restos mortales de un Caballero de la Orden de Calatrava. En la parte superior del cuadro, la mano de Jesucristo sostiene una balanza con dos platos en los que están representadas las siete obras de caridad y los siete pecados capitales. La imagen se completa con las inscripciones. Durante nuestra vida, según las obras que cumplamos, la balanza se inclinará hacia un lado o hacia el otro. Arriba a la izquierda vemos una lechuza: es la que guía el alma, con su canto, hacia la vida eterna, según la tradición mitológica griega.
La Exaltación de la Cruz - Juan de Valdés Leal
Miguel Mañara murió en 1679 y por ello no vio finalizada la tercera y última parte del mensaje iconográfico, pero dejó por escrito aquello que debía ser realizado y que se le encargó a Juan de Valdés Leal en 1685. La obra narra como el emperador Heraclio lleva la Santa Cruz a Jerusalén. Cuando llega a su destino, es incapaz de cargar con la reliquia. En ese momento se abre el cielo y descienden los profetas, que le comunican que podrá entrar en Jerusalén solo de manera humilde, como lo hizo Jesús. Heraclio entonces baja del caballo, se quita la armadura, los ricos ropajes y carga la Cruz sobre sus hombros, de esta manera se abren las puertas de la ciudad. El cuadro representa la importancia de la humildad. Todas las obras de misericordia que hacemos deben quedar entre nosotros y el Señor, de otra manera pueden convertirse en pecados de soberbia. Ésta es una condición y una obligación de los hermanos de la Caridad.
Santa Isabel de Hungría curando a los tiñosos - Bartolomé Esteban Murillo
Este cuadro forma parte de los ochos cuadros encargados a Murillo por La Santa Caridad. Representa a Santa Isabel de Hungría que en el Siglo XIII hizo construir un hospital en su palacio donde curaba a los enfermos afectados por las enfermedades típicas de su época: lepra, peste y tiña. La santa además de darle a los enfermos cobijo y comida, curaba cotidianamente sus heridas. Su trabajo más importante, más allá de la función exquisitamente médica, era la de acompañar, dar afecto y consuelo a los enfermos destinados a morir en soledad. En aquellos tiempos, de hecho, las personas afectadas por esas enfermedades eran exiliadas en auténticos guetos para evitar contagio. Aquí se refleja la función principal de la Santa Caridad, dar amor, consuelo y compañía a todos aquellos que están solos.
San Juan de Dios transportando a un enfermo - Bartolomé Esteban Murillo
El cuadro nos cuenta la historia de San Juan de Dios que, mientras vuelve a su casa en Granada, se encuentra a un enfermo en el camino. Sin preguntarle quien era ni que le había ocurrido, lo cargó en sus espaldas y lo llevó a su casa para curarle. El cuadro recoge el momento en que San Juan, cansado, cae al suelo y en ese preciso instante el Ángel, enviado por Jesús, lo ayuda y le dice que el enfermo es el mismo Dios, el cual se le había aparecido para agradecerle su amor y su bondad hacia el prójimo. El mensaje hace una referencia explícita a la obligación de los hermanos de transportar enfermos y pobres encontrados en la calle, además de ser la imagen metafórica de aquel que posee todo y ayuda a quien no tiene nada y vive en la indigencia.
La curación del paralítico - Copia de Bartolomé Esteban Murillo (El original se encuentra en la “National Gallery” de Londres, Reino Unido)
En esta pintura se representa a una de las principales obras de misericordia: la visita y el acompañamiento a los enfermos. Según Miguel Mañara, de hecho, si la hacemos durante nuestra visita terrenal, esta obra de misericordia nos conducirá a la vida eterna. En el cuadro se representa la escena evangélica de la curación del paralitico. En un segundo plano podemos ver una piscina, que antiguamente estaba considerada como lugar de purificación y curación. Cerca de la piscina yace un paralitico que por sí solo no consigue sumergirse en las aguas medicinales. En ese momento llega Jesús, con sus apóstoles, que le ayuda, le acompaña y además, con sólo tocarle, le cura. El cuadro representa la obra de misericordia de visitar al enfermo, aquel que está solo y no tiene a nadie que le acompañe.
La liberación de San Pedro - Copia de Bartolomé Esteban Murillo (El original se encuentra en el museo Hermitage de San Petersburgo, Rusia)
Este cuadro representa otra obra de misericordia, la liberación de prisioneros merecedores de salvación. San Pedro, como narran los Hechos de los Apóstoles, había sido encarcelado con la acusación de predicar la palabra del Señor y de contar la resurrección de Cristo a los judíos. Tras la oración al Señor, este último le envía un ángel que le abre la puerta de la cárcel para permitirle huir y volver a la libertad precisamente para poder continuar testimoniando la buena noticia de Jesucristo, el Evangelio, y guiando a la Iglesia que estaba naciendo, empresa confiada a Pedro por Jesús antes y después de su muerte y resurrección. El cuadro representa la obra de misericordia de redimir al cautivo.
Abraham y los tres ángeles - Copia de Bartolomé Esteban Murillo (El original se encuentra en la “National Gallery” de Ottawa, Canadá)
La escena está tomada de la historia del Antiguo testamento y es fuertemente evocativa. Abraham encuentra delante de su casa a tres peregrinos que volvían de un largo viaje. Estos, cansados y hambrientos después de muchos días de camino llegan a casa de Abraham quien les abre las puertas para hacerles descansar y darles de comer. Los tres peregrinos se transforman entonces en tres ángeles enviados por el Señor para agradecerle a Abraham su amor hacia el prójimo y comunicarle la llegada de su hijo Isaac. El cuadro representa la obra de misericordia de dar posada al peregrino, dar una casa a quién no la tiene. Los tres peregrinos son vistos por la iglesia también como una imagen de la Santa Trinidad, formada por el Padre, el Hijo y el espíritu Santo.
El retorno del hijo pródigo - Copia de Bartolomé Esteban Murillo (El original se encuentra en la “National Gallery of Art” de Washington, Estados Unidos)
La escena, bien conocida, está tomada del Nuevo Testamento, de una parábola que Jesús narra en el Evangelio. El hijo menor de la parábola pide su herencia a su padre en vida y, tras haber dilapidado su patrimonio con una vida disoluta y haber acabado pastoreando cerdos, vuelve a la casa del padre, pensando que podría vivir al menos como sirviente. Pide el perdón de su padre y éste en lugar de enfurecerse, va a su encuentro mientras está volviendo y pide a sus criados que traigan paños limpios, el anillo y que sacrifiquen al becerro cebado para hacer fiesta. El cuadro representa la obra de misericordia de vestir al desnudo, de darle vestimenta a quien no la tiene.
La multiplicación de los panes y los peces - Bartolomé Esteban Murillo
El cuadro muestra el milagro eucarístico de Jesucristo, la multiplicación de los panes y los peces, es uno de los episodios más conocidos y representados del Evangelio. El gran pintor español dibuja en la tela precisamente el momento en que Jesucristo multiplica los cinco panes y los dos peces ofrecidos por un muchacho y recogidos por el Apóstol Felipe. Todo ello para saciar el hambre de la gran muchedumbre que había ido a escucharle y que no podría llegar a sus casas a una hora razonable. El evangelio cuenta que Jesús hizo que las personas se sentaran en grupos de cincuenta y que dio de comer a todos, aproximadamente cinco mil hombres sin contar a mujeres o niños. El cuadro representa la obra de misericordia de dar de comer al hambriento.
Moisés haciendo brotar el agua de la roca - Bartolomé Esteban Murillo
La quinta obra de misericordia narra una conocida historia tomada del Antiguo Testamento: Moisés y la roca en el desierto. Moisés huyendo de Egipto seguidos por el pueblo judío, tras atravesar el mar rojo, llegan al desierto, donde, con su pueblo, vagará casi 40 años. El pueblo judío podría morir de hambre y sed, Moisés eleva su oración a Dios que le envía el maná del cielo para saciar el hambre y le ordena a Moisés que golpee una roca tres veces con su bastón. De ésta brota suficiente agua para saciar la sed de todo el pueblo que así podrá continuar su largo viaje. El cuadro representa la obra de misericordia de dar de beber al sediento.
El Retablo Mayor de la Caridad - Pedro Roldán, Bernardo Simón de Pineda y Juan de Valdés Leal
Probablemente estamos ante el retablo barroco más bello de Europa, mediante el cual se representa la séptima obre de misericordia. En este conjunto han colaborado otros autores. El relieve del descendimiento es del Valdés Leal y la escultura es de Pedro Roldán, mientras el retablo fue realizado por Bernardo Simón de Pineda, tres grandes artistas trabajando juntos en el mismo retablo. La figura principal representa la sepultura de Cristo y se refiere a la obra de misericordia de dar cristiana sepultura a los difuntos. Esa imagen nos recuerda a la que fue una de las principales misiones de la Hermandad en el siglo XV, la de darle una sepultura digna y cristiana a las personas ajusticiadas. A la izquierda vemos a San Jorge con el dragón muerto a sus pies. El Santo es también patrono de esta iglesia donde se conserva una reliquia suya. A la derecha se reconoce a San Roque, patrón universal de las epidemias, con el perro que le acompaña con un pedazo de pan en la boca. El retablo está coronado por tres figuras: la Fe a la izquierda representada por una figura femenina que porta la Cruz y un Cáliz, la Caridad en el centro, representada por una figura femenina rodeada de niños y finalmente la Esperanza representada por una figura femenina con un ancla, símbolo de aquello que nos mantiene ligados a la vida. En la parte superior aparece un símbolo recurrente en la época barroca: la inscripción en lengua aramea “Yahvé”.
Retablo del Santo Cristo de la Caridad - Pedro Roldán y Bernardo Simón de Pineda
La iconografía de esta escultura, titular del retablo realizado por Bernardo Simón de Pineda, fue sugerida al autor, Pedro Roldán, por el propio Miguel Mañara, y en las actas de la Caridad se recoge el siguiente testimonio sobre esta obra: “antes de entrar Cristo en la Pasión hizo oración y a mi me vino el pensamiento de que sería ésta la forma como estaba, y así lo mandé hacer porque así lo discurrí”. Roldán refleja el elevado patetismo con una poderosa policromía que representa el cuerpo totalmente ensangrentado.
Retablo de San José - Bernardo Simón de Pineda
Para la zona del antepresbiterio de la Capilla de la Santa Caridad, Miguel Mañara encarga dos altares a los dos principales artistas que han trabajado en las obras iconográficas: Bernardo Simón de pineda y Bartolomé Esteban Murillo. Uno de los dos altares está dedicado a San José, el padre terrenal de Jesucristo y esposo de María Santísima. El artista del Siglo XVIII que lo realizó es Cristóbal Ramos. La importancia de la obra reside también por el pequeño cuadro de su parte superior, una pintura que representa a San Juan Bautista, el primo de Jesús, todavía niño. Este óleo sobre tabla es de Bartolomé Esteban Murillo.
Retablo de la Virgen de la Caridad - Bernardo Simón de Pineda
La escultura de la Virgen es original y se remonta al periodo gótico tardío. Se trata de una de las pocas obras que quedan de la primitiva Capilla de la Hermandad, una de las tantas obras de valor inestimable presentes en la capilla de la Santa Caridad. La policromía del manto, sin embargo, es posterior y ha sido realizado por Valdés Leal, quien como es sabido, trabajó en la capilla. Como en el altar anterior, también hay aún un óleo sobre tabla de Bartolomé Esteban Murillo, presente en la parte superior del altar y cuyo protagonista es un niño: Jesús representado en su infancia.