Belén Rodríguez guarda una capacidad innata para jugar y urdir con materiales familiares, algunos que conoce bien y otros que le son cercanos, y lo concilia con una destreza manual indisociable de la infancia y en compañía de ella.
Con esta exposición comparte un pedazo de su casa, que es su forma de estar en el mundo: un espacio y un tiempo que no son conclusos, sino abiertos a las posibilidades imprevistas que ofrece un juego infantil de piezas sueltas y a las innumerables historias que se despiertan al abrigo de un fuego, de una mesa.