El salto a la dirección de largometrajes del madrileño Esteban Crespo, después de ganar el Goya y ser nominado al Oscar por el estremecedor cortometraje Aquel no era yo, parece recoger el testigo de sus dos primeros cortos, en los que diseccionaba la relación de una joven pareja de enamorados, interpretados por Alberto Ferreiro y Aida Folch, que hacen el amor en una habitación (su homónimo Amar) y viven el preciso instante en el que un giro emocional les lleva irremediablemente a la crisis y la separación (Siempre quise trabajar en una fábrica). El film, presentado en la Sección Oficial del Festival de Cine Español de Málaga, arranca justo recreando esa escena ilustrada en el primer cortometraje, toda una declaración romántica de amor desmesurado, en el que la joven adopta un rol que le lleva directamente a una situación de extrema igualdad con su pareja, todo un gesto de generosidad tanto por parte de ella como de él, inmerso en la confianza y el respeto absoluto hacia su pareja. El arranque constituye a la vez un gesto de ingenuidad e inocencia, propia de quienes están en proceso de abandono de la infancia y la adolescencia, apreciable en detalles de jugueteo e inmadurez que aparecen sembrados a lo largo del metraje.
Pero la gran ciudad, en este caso una Valencia algo disimulada, y sobre todo la mala educación sexual y sentimental recibida por unos adultos incapaces de poner en orden sus propias vidas amorosas, hará que los acontecimientos se vean abocados al lugar común de la posesión, los celos, el dominio y, en última instancia, el maltrato, en su vertiente psicológica. Amor y dolor llegan a fusionarse de forma convincente y atrayente en un film perfectamente articulado y calculado para que ni falte ni sobre nada, con el fin de atrapar a un espectador al que no deja indiferente, para bien o para mal. En todo este proceso tienen una gran responsabilidad los jóvenes protagonistas, especialmente una María Pedraza en estado de gracia, llena de encanto y dulzura, mientras Pol Monen aporta ternura y descontrol de forma harto emocionante.
Los secundarios aportan también su granito de arena en esta agridulce crónica de un primer amor, incluyendo un Gustavo Salmerón que se ha convertido en habitual de la filmografía del realizador. La utilización del sonido, potenciando ruidos y efectos, ayuda a generar una atmósfera de enrarecimiento y abstracción, la que sufren estos jóvenes a quienes no alivian ni sus amistades, ejemplarmente incorporadas por un grupo de noveles a los que se somete a más de un diálogo incómodo, fundamental para promover ese carácter natural y fresco que inspira todo el conjunto. Quiere el azar que haya coincidido su estreno con el de la película de animación japonesa Your Name, donde dos jóvenes viven su particular historia de amor en sueños, invadiendo cada uno el cuerpo de la otra como forma de unión total y trascendental; algo así como Laura y Carlos, que repiten Yo soy tú constantemente, aunque en general su discurso sea más comprensible y conmovedor que el de los títeres anime de la cinta de Makoto Shinkai.
España 2017 105 min.
Guión y dirección Esteban Crespo
Fotografía Ángel Amorós
Música Adolfo Núñez
Intérpretes María Pedraza, Pol Monen, Natalia Tena, Gustavo Salmerón, Nacho Fresneda, Antonio Valero, Greta Fernández, Sonia Almarcha