ARTE Y MERCADO | PEDAGOGÍA I LAS COSAS QUE TE HACE PENSAR EL ARTE
CAPÍTULO I. IMPRESIONES DE UNA FUGAZ VISITA A ARCOmadrid 2019
Por
Ceres Adriana García-Baquero Velasco
Post #1

CAPÍTULO I. LAS COSAS QUE TE HACE PENSAR EL ARTE.

IMPRESIONES DE UNA FUGAZ VISITA A ARCOMadrid 

 

Nuestro fugaz viaje, con invitación a ARCOmadrid  comenzó sobre las 10 de la mañana, con un paseo improvisado, por el Buen Retiro de Madrid, donde no podía dejar de asombrarnos el arte hallado en el palpitar de la vida. Y, a pesar de la alerta de contaminación ambiental, por los altos niveles de dióxido de nitrógeno acumulados, me lancé a recorrer las calles de una capital que padece este fenómeno de polución al que ya le han dado un nombre, la boina de Madrid. Sin embargo, ya ve que de nada sirvió todo ese pesimismo realista, en su empeño por hacerme bajar de una idealización del entorno y disfruté unos segundos, detenida en la gula mostrada por unos gorriones de ciudad.

Ya en IFEMA, en ARCOmadrid, la feria de arte contemporáneo más importante de España, nos encontramos inmersos en el espectáculo del arte de vanguardia, con IMPAKTO, galería de arte del país invitado este año, Perú. De modo que, aprovechando la ocasión comenzamos nuestra visita recorriendo los espacios reservados al arte andino más actual. Esta visita me hizo pensar sobre el futuro del arte, un arte que sigue tomando referencias de tiempos pasados, con claras referencias al periodo preinca e inca. Las muestras eran más cercanas a la artesanía. Lo más expuesto tenía que ver con el arte cerámico, metalúrgico, textil y algo de pintura, pero menos.

Con impacto, valga la redundancia, también nos cruzamos con la visita oficial inesperada. Un tumulto de humanos curiosos nos cerraba el paso y, la prensa impedía todo acceso al objeto, perdón quise decir sujeto, que generaba tanta expectación, eso sin descartar al séquito de seguridad que rodeaba al personaje público.

Cuando todo esto pasó aquel espacio pareció recobrar la paz de quien lo transita en silencio, en actitud contemplativa. La fotografía intervenida como medio de transgredir, de exponer lo que el artista o la artista ve, fue otra experiencia recurrente. Pero lo que más me estimuló fueron aquellas miradas, miradas que, como las nuestras, transitaban por aquellos espacios y se detenían en los elementos expuestos.

Miradas interesadas, miradas cómplices, miradas perversas, miradas tímidas, miradas discretas, miradas atentas, miradas sorprendidas, miradas alegres, miradas melancólicas, miradas preocupadas, miradas curiosas, miradas que aportaban un cierto sentido de valor a la propia obra. En ese momento pensé en el control que podemos o no podemos ejercer sobre nuestra mirada. Cuanto de decisión hay en detenernos a mirar o no mirar cuando uno se abandona a transitar buscando algo que no sabe que es en realidad. En fin, que terminé preguntándome si cada cual mira lo que quiere mirar o quizás mira aquello que puede ver para luego detenerse a mirar. Cuánto de lo que no vemos escapa a nuestra mirada.

Y mira tú por dónde, que casi tropiezo con lo que parecía una enorme piedra en el suelo y que resultó ser una obra de arte, con un valor de tasación en el mercado al que no todos los bolsillos pueden llegar. Y entonces, me quedé observando aquel horrible pedrusco, detenidamente. Ya no sabías si se trataba de una piedra esculpida, a lo que llaman litoescultura o de algún material diferente al de la piedra, por lo que era una falsa piedra, en la que se había empleado alguna otra técnica escultórica. Desde luego, aquello era una obra engañosa en todos los sentidos, tanto por su aspecto como por su presencia agazapada, como de quien espera dar un golpe maestro, como con mi tropiezo con ella.

Seguí mirando esta piedra en el suelo, hallada en el espacio ocupado por la galería londinense de cuyo nombre no quiero acordarme, en fin, que me lo reservo; absorta en una divagación de pensamientos conspiranóides sobre un Universo hostil. El pesimismo ocupó todo pensamiento antes de caer en la cuenta, de que en realidad aquello me estaba ofreciendo una oportunidad de aprendizaje. Este tropiezo, con esta piedra particular, la de la galería londinense, de algún modo, me obligó a dar un salto hacia arriba que me elevó del suelo, aunque lo cierto, es que faltó poco para romperme los piños. Entonces me sentí orgullosa, henchida como un pavo, pensando en todas esas piedras o más bien pedruscos, que cada día vamos encontrando por el camino. Esos obstáculos que obligan a frenar el ritmo. Lo que no saben esas piedras es que hace tiempo que aprendimos a usarla como resorte para elevarnos, si cabe, más alto de lo que esperábamos alcanzar con nuestros propios medios.

Qué esa piedra en el camino acabe siendo esa oportunidad de elevarte, mirar desde lo alto y planear con el viento; para llegar más lejos de lo que podrías imaginar.

Ya ves las cosas que te hace pensar el arte.

 

 

Por Ceres Adriana García-Baquero Velasco.

Pedagoga, Lda. en Ciencias de la Educación (Universidad de Sevilla); Graduada. en Bellas Artes y Postgraduada en Historia del Arte. Experta en Gestión del Patrimonio y la cultura (Universidad de Sevilla).

Docente, artista visual redactora de contenidos en diversos medios de divulgación científica y cultural.


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IMAGEN: 'Cada cual mira lo que quiere', 2019 © Ceres Adriana García-Baquero Velasco.

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