Hola. Aquí mi colaboración en el número de la revista de Literatura EntreRíos, dirigida por la profesora Remedios Sánchez, dedicado al flamenco. Un honor grande estar ahí con tan grandes compañeros de la investigación y de la crítica. Enhorabuena a Remedios y gracias por la invitación.
Mi artículo, dedicado a la participación del poeta Ricardo Molina en el libro que escribió junto al Antonio Mairena, Mundo y formas del cante flamenco, que tanta polémica levanta hoy. Espero que os guste. La revista cubre muchos aspectos del flamenco, de temas, artistas y poesía, a lo largo de casi 400 páginas (un libro más que revista, madre mía). Bueno, sed felices, con o sin flamenco.
Enlace a la editorial con más información:
https://valparaisoediciones.es/.../829-entrerios-revista...
RICARDO MOLINA Y EL FLAMENCO. SU PAPEL EN EL LIBRO MUNDO Y FORMAS DEL CANTE FLAMENCO
José Cenizo Jiménez,
Doctor en Filología Hispánica e investigador de flamenco
Son muchos los escritores, sobre todo poetas, que se han acercado al mundo del flamenco en mayor o menor medida. En la segunda mitad del siglo XX, uno de los poetas que lo ha hecho con mayor significación y empeño es Ricardo Molina. Dedicaremos nuestro artículo al papel que tuvo en la edición de una de las obras sobre flamenco más difundidas, respetadas y a la vez, en las últimas décadas, más criticadas de la historia de la bibliografía flamenca.
Nos referimos al emblemático y citadísimo libro Mundo y formas del cante flamenco. Para muchos, es aún la Biblia del flamenco, la obra más completa sobre el mismo. Para otros, está no sólo desfasada y superada, sino que contiene algunos errores y además, como tratado, limita su objeto de estudio a una parte del cante, pero no a todo el cante. Lo cierto es que sigue siendo, para unos y para otros, un libro fundamental de la bibliografía flamenca, sobre todo por lo que de luz arroja sobre el desarrollo del flamenco en los años sesenta y setenta del siglo pasado, los del magisterio indiscutible de don Antonio Cruz García, coautor de la obra. Es el libro más importante de Antonio Mairena, metido aquí a “teórico del cante”.
Hasta las reediciones de 2004 (una de Ediciones Giralda, facsímil de la de 1979, preparada e introducida por nosotros, y otra de la Bienal de Sevilla) era un libro prácticamente inencontrable en librerías, aun de viejo. Sin embargo, antes de ésta, ha conocido tres ediciones. La primera, auspiciada por la Revista de Occidente, en Madrid, en 1963, todo un logro dado el reconocimiento de esta publicación. Suponemos que el prestigio de Ricardo Molina como poeta tendría mucho que ver con esta decisión. Existen dos ediciones más: la de 1971 y la más conocida y reciente de 1979, editada por Librería Al-Andalus en Granada, que es la que nosotros tenemos y consultamos, amén de las citadas de 2004. En la portada de la tercera edición se nos anuncia que está complementada con 25 láminas (en blanco y negro) de lugares y sobre todo artistas del género como Joaquín el de la Paula, Paco Laberinto, Javier Molina, La Serneta, Silverio, Manuel Torre, Pastora Pavón, etc. En la solapa se comenta que la obra es “piedra fundamental para la afición, la investigación y la cultura popular”. La edición rinde homenaje a la editorial Revista de Occidente, “que rompió lanzas con la primera edición”; a Manuel Torre en el centenario de su nacimiento; a Antonio Mairena en las Bodas de Oro “de su cante imborrable”; y a Ricardo Molina “que sigue como poeta siempre entre nosotros”. Éste murió en 1968 y, por tanto, no pudo corregir nada de estas dos últimas ediciones. Pudo hacerlo Antonio Mairena, y parece ser que hubiera cambiado algunas cosas, pero no lo hizo, cosa lógica teniendo en cuenta la ausencia del coautor. Está dedicada la obra a Baldomero Moreno Espino, una persona influyente de Córdoba por esos años, amigo de Ricardo Molina. Consta de 326 páginas. La obra recibió el Premio de Investigación de la Cátedra de Flamencología de Jerez de la Frontera (Cádiz).
Encontramos dos autores: el escritor y poeta Ricardo Molina y el cantaor Antonio Mairena, ya por desgracia ambos fallecidos. ¿Quiénes eran? Empecemos por el primero, más conocido entre los poetas pero menos entre los aficionados al flamenco.
Ricardo Molina Tenor nació en Puente Genil (Córdoba) en 1917 y murió en Córdoba en 1968. Trabajó como profesor de Literatura. Como poeta, perteneció al grupo cordobés Cántico, junto a otros notables poetas y artistas como Pablo García Baena, Mario López, Juan Bernier o Julio Aumente. Obtuvo el prestigioso Premio “Adonáis” de Poesía en 1947. Como aficionado y estudioso del flamenco, todos tenemos una deuda de gratitud con él, pues su labor fue amplia, tanto en el aspecto organizativo (Concurso de Cante Jondo de Cádiz 1962, Semana de Estudios Flamencos de Málaga, Cátedra de Flamencología -que lo premió en 1968-, Concurso de Cante de Córdoba…) como en artículos -empezó a publicar sobre flamenco en Diario Córdoba sobre 1958-, conferencias y libros (aparte de la coautoría de Mundo y formas del cante flamenco, es autor de Obra Flamenca, Cante flamenco, Cantes y cantaores cordobeses, Misterios del arte flamenco…).
En cuanto a Antonio Cruz García, Niño de Rafael y luego Antonio Mairena en el plano artístico, nació en Mairena del Alcor (Sevilla) en 1909 y murió en Sevilla en 1983. Aparte de su vasta obra discográfica y los libros y artículos publicados, algunos como coautor, es obligado citar el cúmulo de galardones y reconocimientos recibidos: Llave de Oro del Cante 1962, Hijo Adoptivo de Sevilla, Primer Hijo Predilecto de Andalucía, Medalla del Trabajo, Medalla de Oro de las Bellas Artes, etc. Lo más alto conseguido jamás por un artista flamenco, por un cantaor, y por un gitano, hasta ese momento. Un doble motivo de satisfacción. Estudios o aproximaciones a su vida y obra, a la significación global del artista podemos encontrar, entre otros, en Fernando Quiñones (1983 y 1989), Herrera Carranza (1984), Blas Vega y Ríos Ruiz (1988), Francisco Vallecillo (1988), Luis y Ramón Soler (1992 y 2004), Akio Iino (1994), Aquilino Duque (1995), Cenizo Jiménez (2000, 2004 y 2011), José María Bonachera (2006 y 2015), etc. Remitimos a la abundante bibliografía y hemerografía final de nuestro libro Antonio Mairena, la forja de un clásico del cante flamenco, editado por Almuzara en 2011.
Sobre el papel del escritor y poeta Ricardo Molina en la obra citada, escribe Caty León en al revista Sevilla flamenca (núm. 68, 1992, p. 21): "Se ha comentado con no poca frecuencia la idea de que el padre de la obra es Molina. Sin embargo, lo único que pudo hacer el poeta cordobés fue poner su pluma, de calidad indudable, al servicio de la ideología de Mairena y éste, a la hora de levantar el edificio teórico con el que se pretendía reforzar su postura dentro del mundo flamenco, efectúa una vuelta a los orígenes, que no deja de ser llamativa". Fernando Quiñones, en Antonio Mairena. Su obra, su significado, editado por Cinterco en 1989, partiendo de la base de que el cantaor aporta la verdadera levadura del libro, se expresa así: "(...) si en efecto el poeta cordobés autor de Elegías de Sandua fue el numen, el organizador y escritor del libro, corresponde a Antonio Mairena la parte básica de su soporte informativo y digamos ´técnico`, sin el cual no hubiera sido posible la obra (...)" (p. 52).
Parece lógico pensar que Ricardo Molina puso la obra en pie, digamos, desde el
punto de vista de la redacción definitiva, de la expresión y la ortografía (era profesor y Mairena tenía estudios mínimos), así como la investigación histórica y literaria reflejada en Mundo y formas del cante flamenco, sobre todo en la primera parte, “Mundo”, y Antonio Mairena aportaría toda su experiencia, su investigación musical en fuentes orales de viejos aficionados y sus ideas particulares sobre el papel del gitano en el cante, la clasificación de los cantes, etc. Lo cierto es que la simbiosis o complementación fue excelente: el material investigado quedó expresado con claridad, la abundante información tuvo una escritura competente. Otra cosa es que, con el tiempo, algunos datos hayan sido rebatidos y algunas ideas, quizá prejuicios, discutidos.
¿Era Ricardo Molina lo que hoy llamamos un flamencólogo? Comenta Fernando Quiñones (op. cit., pp. 53-54) cómo en las Confesiones dice Antonio Mairena que aquél no era flamencólogo, pero sí idóneo para compartir autoría. Aunque Molina rebusca en ciertas fuentes documentales, e incluso históricas, como refleja la relación bibliográfica final de Mundo y formas…, lo cierto es que, como opina Quiñones (íd., p. 56) Mairena le influyó “con sustancias vivas” e “información mairenera, tendenciosa a veces” que influyó en otras obras suyas como en Misterios del arte flamenco. Efectivamente, en sus Confesiones (Universidad de Seviolla, 1976, v. cap. “La flamencología, Ricardo Molina y Mundo y formas del cante flamenco”, pp. 159-163) Mairena habla de su relación con el escritor y de la intención y proceso de creación de la obra: “Cuando conocí a Ricardo Molina, estando yo en el ballet de Antonio, ya Ricardo llevaba su idea de hacer un estudio del cante, por el que se sentía atraído. Me reveló sus propósitos a los pocos minutos de conocerle y me leyó las cosas que tenía escritas. Él no era por aquel entonces lo que luego se ha llamado un flamencólogo (palabra que, por cierto, a mí no me gusta utilizar), sino tan solamente un hombre sensible, aficionado al cante y bastante culto. Estas cualidades de Ricardo y su gran honradez tuve ocasión de comprobarlas a lo largo de nuestros contactos, que se fueron haciendo cada vez más asiduos. Por todo ello yo vi que Ricardo era la persona idónea para una colaboración de la que podía salir un libro de importancia para la historia del cante. Él, por su parte, encontró en mí, aparte de mi amistad, un testimonio de datos y de conocimientos de cantes que estaban necesitados de una pluma culta e inteligente como la suya para darse a conocer” (p. 161). Comenta luego cómo se reunían en Sevilla o en Córdoba para ir perfilando la obra.
Agustín Gómez (Presencia de Cántico en el flamenco, Ateneo de Córdoba, 1995) estudia la relación de los poetas del grupo Cántico con el flamenco, y al centrarse en nuestro autor es contundente: “Ricardo fue siempre más poeta que flamenco, y menos que nada flamencólogo” (p. 33), es decir, tenía afición flamenca, pero no era flamencólogo. De donde se deduce, como escribe en otra parte (De estética flamenca, Barcelona, Carena, 2001, p. 23) que Mairena “planificó perfectamente su influencia sobre el poeta cordobés”. ¿Quién puso más? Sea como sea, creemos que cada uno puso lo que podía y tenía que poner. La instrucción y la investigación libresca de Molina y la experiencia y filosofía artísticas de Mairena fueron dos caras de la misma moneda: el libro titulado Mundo y formas del cante flamenco.
En cuanto a la intención u objetivo del mismo, ¿se cumplió? Una acción u obra humana se mide, quizá, por la intención que la guio, los medios de que se sirvió y las aportaciones y efectos que obtuvo. Empecemos por el principio. ¿Qué querían expresar o conseguir los autores de Mundo y formas del cante flamenco? Usamos para nuestra consulta la edición de Librería Al-Andalus, Sevilla-Granada, 1979. Al ser la de Ediciones Giralda preparada por nosotros, de 2004, edición facsímil, es decir, idéntica en todo (tipo de letra, paginación, etc.), la paginación que citemos sirve para cualquiera de las ediciones de la obra. En el prólogo de Mundo y formas del cante flamenco se nos justifica la edición de esta forma: "El renovado y creciente interés que hoy despierta el cante flamenco nos ha movido a escribir este libro. Antes que una exégesis o una obra más de literatura flamenca queremos que sea la clara y sistemática exposición de nuestra experiencia. Una experiencia doble, no sólo por ser dos los autores, sino porque se orienta por dos cauces: el del conocimiento concreto y personal del cante, de un lado; la investigación histórica y estilística, de otro" (p. 11). Con parabienes, pues, reciben los nuevos tiempos -a partir de mediados del siglo XX-, en plena época que califican como de "regresión del fandango y del cuplé y el auge creciente de los cantes flamencos tradicionales" (p. 12).
Así pues, queda bien claro que el objetivo que persiguen los autores es “la clara y
sistemática exposición” de su experiencia y “ofrecer un cauce riguroso y documentado a la afición” que estaba, por aquel entonces, según dicen, “ávida” de noticias sobre el cante flamenco. Lejos del antiflamenquismo de la generación del 98 -a excepción de Antonio Machado- y sobre todo de Eugenio Noel, tras la mirada amable de Lorca y otros del 27, el flamenco empieza a ser apreciado por los artistas e intelectuales: “A la antipatía de la generación del 98 ha sucedido una actitud de comprensión y simpatía en los escritores”. Es más, afirman: “La rehabilitación ha repercutido también por fortuna en la esfera social” (íd.). En este contexto surge la obra, como una necesidad de bibliografía más seria sobre flamenco en un panorama general de “rehabilitación” o revalorización del más tradicional, con aumento de la atención al hecho flamenco, más lo que respecta a “valiosas conquistas discográficas, radiofónicas, coreográficas, etc.” que en bibliografía, a la que consideran, en general, parca y sobre todo “de extraordinaria vaguedad”, con más valores literarios que críticos o históricos (ponen como ejemplo de esto De cante grande y de cante chico, de José Carlos de Luna, mientras citan otros “más valiosos” como Flamencología de Anselmo González Climent, al que aludirán no pocas veces).
Para terminar queremos aportar alguno de los numerosos poemas que los escritores han dedicado a Antonio Mairena. En nuestro libro citado de la editorial Almuzara recopilamos un buen número de poemas. Naturalmente, como hablamos de uno de ellos, y además coautor del libro citado, lo hacemos con los valiosos poemas que Molina le dedicó. Pensamos que el poeta, con su arte escrito, poniendo el alma en lo que escribe, sabe describir igual o quizá mejor que el estudioso la valía del artista, en este caso, de Mairena, cantaor flamenco. Ricardo Molina evoca en este soneto toda su fuerza telúrica y ancestral, aclamándolo como rey de los estilos básicos:
En las fuentes del alba silencios,
tejiendo sombra y luz, nació su cante.
Transido aún de luna y ya radiante
de claro ruiseñor y roja rosa.
Yo el alma reverencio poderosa,
y el subterráneo sol, que suspirante,
la voz incendia de tu raza errante,
la queja de tu raza misteriosa.
India andaluza, tu laurel más puro
floreció en los plateados olivares
y los verdes naranjos de Sevilla.
Allí te aclama el martinete oscuro
su rey, allí su reino soleares
te rinden, y su imperio seguiriyas.
En este otro, “Oda a Antonio Mairena”, domina la polimetría, combinando versos de distinta medida, endecasílabos con pentasílabos, citando diversos estilos flamencos y creando sugerentes imágenes:
Se enredan en tu voz sombras de voces
que fueron flor y luz de Andalucía
y penas viejas que creímos muertos
y no murieron.
Remontar no es posible el río oscuro
hasta su pura y misteriosa fuente,
cundo cruza el desierto desolado
del martinete.
O ensimismada fluye por la inmensa
selva sombría de las soleares,
o se despeña desde abrupta cumbre
de siguiriyas;
porque en tu cante una canción de lágrimas
y un imperio de luna se lamentan,
allí donde alborea entre laureles,
diosa, la debla.