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CAPITULO XIX. RETRATO DE UNA DAMA, MARIA LUISA PUIGGENER. RETRATO DE UNA ARTISTA. LAS COSAS QUE TE HACE PENSAR EL ARTE
Por
Ceres Adriana García-Baquero Velasco
Post #24

«De factura sobria y asuntos realistas interpretados con gran acierto, acreditan a su autora de verdadera y genial artista» (Alé Afar, 1904, crítico de arte)
 

CAPÍTULO XXIX . RETRATO DE UNA DAMA, MARIA LUISA PUIGGENER. RETRATO DE UNA ARTISTA. LAS COSAS QUE TE HACE PENSAR EL ARTE

«Supongo que el autor es joven, y si así es y sigue por camino tan excelente, Sevilla contará pronto con un verdadero pintor más» (Alcántara, 1903, crítico de arte)

Con está crítica favorable, María Luisa Puiggener comenzará a tener un reconocimiento inusual para una mujer, como artista, la polémica estaba servida. Nadie podía creer que la pintura a la que se refería el refutado crítico la hubiese realizado una mujer. Daban por hecho que su autoría era la de un hombre.

Esta confusión con la autoría de la obra de Puiggener se debió a que la pintora firmaba su obra con las iniciales de su nombre L. Puiggener. De este modo «deslizándose con elegancia» (Carlos G. Navarro, 2020: 22), podía participar sin ser excluida y se protegía de los prejuicios de la crítica. Otras artistas se protegerían bajo seudónimos, como fue el caso de Concepción Figuera Martínez y Güertero, quien se atrevió a firmar sus obras con el apodo de su tío fallecido, Luis Lárming.

Al descubrimiento de la autoría femenina le sucedió todo un revuelo mediático que contribuyó a visibilizar a las mujeres creadoras, y abrirles posibilidades de participación en exposiciones artísticas, acceso a premios y reconocimiento de los que siempre quedaban excluidas y sólo por el hecho de ser mujeres.

En prensa, con ocasión de la acogida de su pintura Una artista (1903), se podía leer: «Ha producido animados debates porque nadie quería convencerse de que la mano experta y segura que había pintado esos cuadros fuera la de una mujer»; «Firmó sin su nombre de pila y nadie podía averiguar que fuese una mano femenina la que lo trazara, tal era el vigor con que estaba ejecutado»

Tal como apunta el historiador Carlos G. Navarro, «a la mentalidad burguesa del momento le costó mucho aceptar el hecho de que una mujer se expresara a través del arte», de modo que la ideología imperante sobre las mujeres validada por el sistema artístico español del momento «condicionó el desarrollo de sus carreras y sus propias vidas».

Mientras que el hombre pasa de súbdito a ciudadano, en este modelo social del llamado Nuevo Régimen, las mujeres eran relegadas al ámbito de lo doméstico «supeditadas a los hombres de la casa y despojadas de la mayoría de los derechos de que disfrutaban ellos» (Carlos G. Navarro, 2020:15).

Escena de empeño [Una joya], La Alhaja o La última prenda¡Desvalida!El usurero son algunos de los diferentes títulos que se ha dado a la pintura que encabeza este artículo y que fue exhibida, por primera vez, en la Exposición de Primavera del Ateneo hispalense en 1902.

Por esta obra se le concederá, a María Luisa Puiggener, Mención Honorífica en la Exposición Nacional de Bellas Artes en 1904, siendo la obra por la que mas reconocimiento se dará a la artista.

Sobre la pintura, Casanova, crítico de arte, escribirá: «En cuanto al dibujo no cabe pedir más. Es perfecto: miren ustedes esas manos tan admirablemente diseñadas; fijarse en la expresión de la joven viuda y del prestamista que examina el objeto. Todo un poema de profunda filosofía realista se encierra en el cuadro. La señorita Puiggener aventaja en el arte a muchos maestros; ella enseña más que un Académico; en su cuadro se puede estudiar el Arte tal y como debe ser. Yo confieso que hace tiempo, muchísimo tiempo, que no veo una obra así, ni la recuerdo, y todas las mañanas y todas las tardes voy a la exposición para estudiarla.»

Esta pintura es un ejemplo del estilo artístico que caracterizará a María Luisa Puiggener, muy alejada de la temática propia de mujeres, según la mentalidad de la época y próxima a la temática social, de corte naturalista, que combinará junto a la creación de tableautins, obras de pequeño formato y temática costumbrista.

A través de esta obra, la pintora muestra el impacto de la depresión internacional de 1873 en la industria sevillana con la consecuente crisis que llevó a la mendicidad a los colectivos más vulnerables entre los que se encontraban las mujeres viudas y la infancia.

La Alhaja nos invita a reflexionar sobre «la silenciosa preocupación de las mujeres por su propio sustento, llegado el caso de verse privadas de la protección de un hombre» (María Dolores Jiménez Blanco, 2020: 377), así es como la escena recoge de forma magistral el momento dramático en el que una joven viuda, condición que se deduce por el color de sus prendas, esperando conseguir algo de dinero para su sustento y el del hijo que lleva en brazos, entrega sus joyas a un prestamista que las examina detenidamente.

El rastro de María Luisa Puiggener, y a pesar de su éxito, se pierde en 1921, cuando se cree que fallece, a la edad de 54 años, dato que se supone por su desaparición de la escena artística en la que, hasta la fecha se mantuvo muy activa.

María Luisa Puiggener

La información conocida sobre la biografía de esta mujer, a la fecha, es muy escasa e imprecisa, siendo, incluso el dato de su nacimiento, un misterio que unos la sitúan en 1875 y otros documentos la fijan en 1867.

Sobre su familia se piensa que era de origen catalán, afincada en Jerez de la Frontera. Parece ser que los Puiggener desempeñaron una destacada labor editorial. Así su padre, José Puiggener Bajes, periodista, de oficio impresor y editor, se preocupó porque, tanto María Luisa como sus dos hermanas y su hermano recibiesen una educación ilustrada, inquietud bastante avanzada para la época y más cuando se trataba de la educación de la mujer.

La artista se matricula en 1890 en la nueva Enseñanza Artística de la Mujer de Sevilla, conocida como Clase de Señorita, incluida en la Escuela de Artes y Oficios de la ciudad y donde ya obtiene una medalla de cobre. Una vez concluida su estancia en esta institución, seguirá su formación artística en el estudio de José Jiménez Aranda y en 1904 se tiene constancia de que la artista residía en Sevilla.

Fue una de las pocas mujeres pintoras que durante la primera mitad del siglo XX obtendrá reconocimiento por su obra, y lo que es más significativo, profesionalizada, emancipada económicamente, y, por la ausencia de datos en registros, así como por el tratamiento que recibe de la prensa como Señorita, se deduce que no contrajo matrimonio.

Especialmente valorada por la crítica, María Luisa Puiggener pudo disfrutar de fama y reconocimiento en el ámbito artístico durante las dos primeras décadas del siglo XX, con una participación asidua en exposiciones, en más de veinte, y en certámenes artísticos.

En las Exposiciones de Bellas Artes de Primavera, organizadas por el Ateneo de Sevilla, su presencia será habitual, siendo la única mujer con obra expuesta y que obtendrá un accésit en los Juegos Florales del Ateneo de 1902. También obtendrá la medalla de plata en la Exposición de Bellas Artes de Granada.

En 1903, participará en la exposición de arte feminista del Salón Amaré, en Madrid y a partir de 1904, concurrirá a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes donde obtendrá dos menciones de honor (en 1904 y en 1906)

Será seleccionada para participar en la V Exposición Internacional de Arte de Barcelona, en 1907. En los años 1908 y 1909 estará presente con su obra en Exposiciones en Buenos Aires siendo en la edición de 1910 la única artista en ser premiada con una tercera medalla, año en el que también participa en la Exposición del Centenario de la Independencia de México.

Actualmente, se desconoce la totalidad de su producción artística por sus escasas referencias en catálogos y prensa, que se limitan a citar el número de piezas presentadas.

De su obra, se conoce, con mayor precisión, unas treinta y cuatro pinturas sobre las que se habló en prensa y de las que tan sólo cinco han sido identificadas, entre las que se encuentra La Alhaja, esta maravillosa creación que hoy traemos al recuerdo.

Las cosas que te hace pensar el arte y sus protagonistas.


Por Ceres Adriana García-Baquero Velasco.

Pedagoga, Lda. en Ciencias de la Educación (Universidad de Sevilla), Gda. en Bellas Artes y postgraduada en Historia del Arte.

Experta en Gestión del Patrimonio y la cultura (Universidad de Sevilla).

Docente, artista visual y redactora de contenidos en diversos medios de divulgación científica y cultural.


Puedes dejar tu comentario aquí o escribirme a: ceresgbv@hotmail.com


Fuentes:

Illán Martín, Magdalena y Velasco Mesa Custodio. “Un verdadero pintor”: María Luisa Puiggener en la escena artística sevillana de comienzos del siglo XX. Laboratorio de Arte: Revista del Departamento de Historia del Arte, nº 30. 2018.

Navarro, Carlos G. et al. (2020) Catálogo de la Exposición Invitadas. Museo del Prado de Madrid, España.

Jiménez Blanco, María Dolores (2020). Artistas pioneras en el tránsito a la modernidad. Catálogo de la Exposición Invitadas, pp. 364-383. Museo del Prado de Madrid, España.

Imágenes:

Imagen 1. María Luisa Puiggener. La Alhaja, 1900, óleo sobre lienzo, 114 x 134 cm, Colección Cajasol, Sevilla.

Imagen 2. María Luisa Puiggener, Retrato de dama, h. 1904, óleo sobre lienzo, 84 x 62 cm, colección privada.

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