El trastorno por evitación/restricción de la ingesta de alimentos (ARFID – del inglés, Avoidant Restrictive Food Intake Disorder) es un trastorno de la conducta alimentaria que se caracteriza por las pequeñas ingestas de comida y por evadir por completo ciertos tipos de comida pudiendo repercutir en el crecimiento y el peso. Es más frecuente en niños que en adultos, aunque también pueden sufrirlo, y son conocidos popularmente como “picky eaters” o comedores selectivos. Pero, al igual que el resto de trastornos de la conducta alimentaria, el ARFID implica mucho más que el mero hecho de ser “tiquismiquis” con las comidas.
Es una entidad patológica relativamente nueva en el DSM-5 y la CIE-11, aunque es una actualización del trastorno de la ingestión alimentaria de la infancia o la niñez, y está suponiendo un reto diagnóstico y terapéutico para muchos profesionales. Se considera que el patrón más característico es la falta de interés por comer o la evitación de la ingesta de alimentos. En muchas ocasiones encontramos en consulta padres y madres que acuden preocupados porque sus hijos “no comen” o rechazan alimentos. ¿Cómo saber cuándo estamos ante una fase del desarrollo normal (cambios en patrones alimentarios donde aparecen rechazos a alimentos que luego revierten) o ante un ARFID? Para ello debemos tener en cuenta los criterios diagnósticos que recoge el DSM-5, y que se han compendiado en un reciente estudio publicado por Bialek-Dratwa y su equipo en la revista Nutrients (2022).
- Se produce una pérdida significativa del peso o bien el aumento de peso esperado no se produce.
- Se observan diferencias nutricionales relevantes que pueden llevar a desnutrición o bajada de percentiles.
- Se pueden necesitar suplementos nutricionales orales, incluso nutrición enteral y parenteral.
- Se producen alteraciones en el comportamiento psicosocial.
- El comportamiento no se explica por una falta de disponibilidad de alimentos, por razones/prácticas culturales y religiosas, por el estado de salud actual ni por otros trastornos mentales concurrentes.
- No se produce en el curso de otros trastornos como anorexia o bulimia.
Además, podemos encontrar comportamientos en el niño que nos llamen la atención y pueden estar asociados a este trastorno, tales como:
- Sólo come determinados alimentos, mostrando una gran selectividad alimentaria.
- Muestra poco interés por la comida (principalmente a edades más tempranas, donde debería darse dicho interés) o hay falta de apetito.
- Trata de evitar el momento de la comida, también cuando es fuera de casa, incluso llegando a tener ansiedad.
- El tiempo dedicado a comer es elevado, dilatando la ingesta.
- Come en pequeñas cantidades.
- No hay preocupación excesiva por el peso o la imagen corporal.
- Puede estar asociado a miedo a atragantarse y/o a vomitar, depresión o déficit cognitivo. En ocasiones se puede relacionar con experiencias traumáticas previas (gastrointestinales, tragarse un diente, atragantamientos, etc).
- Gran aversión al sabor y textura de los alimentos y/o elevada sensibilidad a estímulos sensoriales (olor, sabor, gusto, tacto, etc).
- Muchos casos de ARFID comparten síntomas con el trastorno del espectro autista, donde se produce una aversión al sabor y textura de los alimentos.
La gran responsabilidad que conlleva el correcto manejo de un paciente con sospecha de ARFID, o con necesidad de descartarlo, debido a que su etiología es multifactorial, requiere de un conocimiento amplio y suficiente de los trastornos alimentarios con el fin de poder derivar al paciente a los especialistas adecuados. Un diagnóstico correctamente realizado evita un plan de cuidados nefasto para un paciente con ARFID.
Por ello, ante la sospecha de cualquier alteración alimentaria o dudas de si estamos ante una de ellas, es importante acudir a un dietista-nutricionista especializado en este campo para que pueda valorar y derivar, en caso necesario a otros profesionales como psicólogos, logopedas, o psiquiatras, y de esta forma realizar un abordaje adecuado y completo.