Hablaba con un amigo, que acudió a una cita con un psicólogo, sobre el trato que se espera recibir cuando se asume el rol de paciente.
Él estaba sorprendido por cómo el psicólogo le había tratado desde el inicio de esa sesión, en cuanto a comprensión, amabilidad, respeto y profesionalidad, con valores bajo mínimos, por no decir negativos.
Comentaba que era inconcebible que un experto en Psicología Clínica no fuera capaz de dejar al margen sus problemas personales, su estado emocional, su vida íntima, para centrarse en las necesidades de las personas que acuden a recibir su asesoramiento.
Literalmente se expresaba así: “Un psicólogo debe dejar la ropa de diario fuera del despacho y ponerse la bata al entrar en el mismo, real o simbólicamente”, en un tono más que molesto.
Le pregunté si esa situación ya le había sucedido en otro ambiente diferente, confirmándome que efectivamente le había acontecido hace unos meses en un bar con un camarero y no hace tanto con un taxista. No obstante, para mi sorpresa, mi amigo se mostró más comprensivo con estos dos profesionales, entendiendo que los psicólogos sí deben tener una especie de piloto automático con el que poder centrarse en sus quehaceres laborales.
Aquí ya no pude compartir con él su postura, ya que esa doble cara de la misma moneda -parte personal y profesional- aparece en todos y cada uno de los seres humanos, por lo que no me parecía justo que su grado de empatía fuera mayor según de qué profesión estuviera hablando.
Para mí, cuando estamos vestidos de “expertos” de lo que sea, debemos dejar en la puerta todo nuestro mundo privativo, con especial atención a aquellas situaciones negativas.
Obviamente, cuando acudes a un psicólogo, médico o similar, no esperas que éste vuelque sobre ti sus emociones cargadas de “mal rollo”, pero con sinceridad te digo que yo cuando voy a un bar, tienda, cine, hotel, tomo el autobús o lo que sea que tenga relación directa con otra persona, también deseo y “necesito” que esa persona se sitúe en modo competente, y guarde para sí su día para olvidar.
LA PREGUNTA DEL "MILLÓN": ¿Crees que hay profesionales más obligados a aparcar sus días para olvidar?
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Manuel Salgado Fernández
PSICÓLOGO CLÍNICO // Col. AN-2.455