Los traumatismos graves, representan en nuestro país la primera causa de muerte en menores de cuarenta años, representando, una mayor pérdida de años de vida laboral que las enfermedades cardiovasculares y las cancerígenas juntas. Si acumulamos las consecuencia solo de los accidentes de tráfico en España, a lo largo de 20 años, comprobamos que el alcance del problema, constituye una verdadera pandemia, pues nos encontramos cifras próximas a 150.000 muertos y 2.500.000 heridos, de los cuales 750.000 eran graves (Perales, 1990). En los países desarrollados, todo ello se traduce en un gasto cercano al 1% del PNB. Hoy el pronóstico del paciente traumático grave depende en gran medida de la calidad de la atención inicial recibida, con gestos terapéuticos como el control precoz de vía aérea inestable, ventilación mecánica, drenaje de neumotórax a tensión, control de hemorragias, etc y todo ello optimizando al máximo el tiempo empleado. Son importantes todas y cada una de las medidas a aplicar en mejora de la salud a este respecto, tanto desde el punto de vista preventivo como el asistencial, desde este último punto de vista es necesario garantizar una atención adecuada y continuada en el medio pre y hospitalario. La atención al paciente traumatizado debe involucrar, a los equipos de rescate, métodos diagnósticos, procedimientos de traslado, tratamientos adecuados y rehabilitación. Esto configura una cadena de intervención continua que debe articularse en torno a métodos de trabajo eficientes estableciendo Guías de Calidad asistencial. Es importante en este sentido, establecer premisas importantes: - Buena gestión del tiempo de intervención. - Procesos y procedimientos efectivos, eficientes y unificados. - Establecimiento de equipos entrenados fuera y dentro del Hospital. - Cirugía de Control de Daños.