El Museo Arqueológico de Granada fue uno de los primeros fundados en España, junto a los de Barcelona y Valladolid, siguiendo las huellas del Museo Arqueológico Nacional, creado en 1867. Entre los años 1842 y 1879 no existió como tal museo sino que fue un Gabinete de Antiguedades dependiente de la Comisión de Monumentos de Granada, a cargo del eminente pintor Manuel Gómez-Moreno González, que además se encargó de recoger los primeros restos que se hallaron en Atarfe pertenecientes a la antigua ciudad emiral-califal de Medina Elvira (siglo VIII-XI) y otros de distintas épocas que fueron donados a dicha Comisión. Cuenta el Museo con un gran número de piezas de extraordinario valor y singularidad que podríamos denominar "obras de arte", y multitud de objetos cotidianos. Cada pieza nos habla de su entorno social, de qué hombres las han utilizado, de qué cuevas, casas o poblados o ciudades han servido como expresión de la vida política, económica, familiar o espiritual.
El Museo Arqueológico de Granada ha estado cerrado durante ocho largos años (de 2010 a 2018) sometido a procesos de restauración y conservación y replanteo de lo expuesto configurando una muestra semipermanente de 120 piezas denominada Tesoros del Museo Arqueológico de Granada, centrada en mostrar piezas maestras, espectaculares, originales, en un recorrido cronológico que, en ocasiones nunca antes han sido expuestas. Es el caso del diente de Orce, una pieza que perteneció a un niño o niña de hace 1,4 millones de años, lo que lo convierte en el resto humano más antiguo encontrado en Europa. A partir de ahí, la muestra hace un recorrido hasta el siglo XV que termina con el Astrolabio de Ibn Zawal, de 1481, un instrumento de navegación que en el mundo musulmán tenía, además, otra función práctico-religiosa: conocer las horas de oración, sabe cuando empezaba el Ramadán y localizar la quibla, la posición que les permitía orar mirando hacia La Meca.
1,4 millones de años y el siglo XV, reunidos en tres salas y en un patio porticado en el que también se muestra el precioso alabastrón egipcio de Takelot II, una especie de ánfora de alabastro blanco que demuestra el intenso comercio de los Fenicios en el Mediterráneo y cómo las jerarquías ibéricas ya tenían un intenso gusto por pagar por objetos de lujo importados. Y junto a estas piezas, más de un centenar de objetos singulares llegados de los muchos yacimientos de la provincia.