Canta una piedra es más que una exposición: es un espacio híbrido donde lo geológico y lo tecnológico, lo ancestral y lo futurible, dialogan para descolonizar la mirada y perturbar los límites de lo posible. En este antiguo claustro, hoy transformado en ecosistema experimental, la artista convoca voces silenciadas, actantes no humanos y presencias insurgentes, creando un rito colectivo de conocimiento y escucha.
Bajo la tierra, donde la luz apenas se filtra y la vida se aferra a lo improbable, laten memorias enterradas. En los suelos rojos de Río Tinto, la historia de la explotación minera convive con resistencias invisibles y formas de vida extremas. Allí, donde la civilización tartésica se entretejió con metales y mitos, Regina de Miguel despliega un laboratorio vivo de especulación crítica.